ESCRIBIDME A:
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HAMLET
Al ver esta película comprendo porqué Laurence Olivier es considerado el mejor actor de todos los tiempos, sin olvidarnos de Brando... y a fe mía que lo suscribo. El actor me deja sin palabras y en mi mente trato de encontrar actuaciones equiparables a la suya y es imposible...está inmenso y se come el papel de Hamlet, cada gesto, cada mirada, derrochan talento, dominio, maestría y templanza. Un saber estar fuera de toda duda. Quién quiera saberlo que empiece por Olivier y que terminé con él. En Olivier está todo lo que un gran actor debe poseer en grado sumo y mucho me temo que jamás será igualado, es sencillamente imposible hacerlo mejor. La locura, el deseo, la frustración, el odio, la compasión, todo emana de su persona con un alcance supremo, el aura de este hombre es casi divina. Me quito el sombrero ante un talento que me deja sin palabras. Me considero un privilegiado de poder contemplar tal despliegue de virtudes y me alegro de que perduren para la eternidad, algo así no ha de ser olvidado. El excelente actor se destapa como un excepcional director con este drama shakespiriano ambientado en Dinamarca, en dónde un jóven príncipe, intentará vengar por todos los medios el asesinato de su padre, acaecido tras las conspiraciones de su tío. El actor, gran seguidor de la obra del dramaturgo inglés, interpreta con maestría el papel de Hamlet, alcanzando el Oscar a mejor actor de ese año (el film llevaría otros tres entre el que se incluiría también el de mejor película). A lo largo de su vida Olivier seguirá dedicado a honrar al genio inglés, tanto en teatro, interpretando sin fín de personajes shakespirianos, como en cine dónde también destacaría su versión de Enrique V. En esta ocasión, la arrogancia de Olivier no cayeron en saco roto, sino que derivaron en una excelente versión del clásico de la literatura por excelencia. Su interpretación del príncipe Hamlet se aferra fervientemente a los parámetros de la novela y su carisma resulta, por momentos, irresistible. Acompañado por un decente elenco de actores y por la narrativa de un genio, logra enredar al espectador en las elucubraciones y los sueños de venganza de un hijo desesperado, con tanta fortuna en sus objetivos como trauma en sus consecuencias.
Una gran obra que reafirmó la personalidad de un espíritu difícil, perfeccionista y muy alabado como el de Laurence Olivier. Sir Laurence dirigió, guionizó y protagonizó la más famosa versión de la obra más aclamada del Bardo de Avon, Hamlet, de los más de 50 versiones filmadas que se han realizado desde 1900, fue su segunda película de Olivier como realizador, y segunda de tres obras de Shakespeare que dirigió (“Enrique V” de 1944 fue la primera, la tercera “Ricardo III” en 1955), aunque protagonizaría varias más, fue la primera película británica (y primera no estadounidense) en ganar el Oscar a Mejor película, (también ganó el Oscar a actor, mejor dirección artística b/n y Mejor diseño de vestuario, hasta la fecha primer actor en ganarlo por una adaptación de Shakespeare, y primero por ganar un Oscar a actor dirigiéndose a sí mismo, hazaña no igualada hasta que Roberto Benigni lo ganó por “La vida es bella” en 1997. Perdió el Oscar a la dirección a manos de John Huston y su “El tesoro de Sierra Madre”, y primera película adaptación sonora en inglés de la obra shakesperiana. Olivier dirigió esta versión tres años después de su gran éxito Henry V. Curiosamente para los puristas del autor de Avon resultó una adaptación polémica por las alteraciones que Olivier introdujo para hacer más fluida y corta la trama, en teatro son cuatro horas...anulando a personajes como los amigos del protagonista, Rosencratz y Guildenstern, y al príncipe de Noruega, Fortinbrás, así como discursos menores, también se modificaron escenas y la cronología de las mismas, ejemplo que el icónico soliloquio “Ser o no ser” se traslada del interior de palacio a un acantilado, aumenta la importancia del personaje de Ofelia. Olivier se enfrenta a una obra conocida, por lo que lo salva el realizador con maestría en su desarrollo a pesar de su metraje de casi dos horas y media, hace que te atrape en sus redes, gracias a una puesta en escena que dentro de sus claras reminiscencias de decorados cartón piedra hace que la cámara fluya por los estancias y esto atomizado por unas actuaciones superlativas de un elenco de actores en estado de gracia.
La película en principio tiene su punto fuerte unido a su punto débil, una adaptación de un clásico imperecedero que nos habla de temas universales con los que nos podemos identificar como el sentido de la familia, las dudas, la locura, la búsqueda de certezas, el complejo de Edipo, la verdad tras la mentira, el valor del sacrificio, la venganza, y su punto frágil en que casi todos nos sabemos el principio, lo que pasará en medio, y su final, lejos de huir Olivier da esencia a la obra para sorprender, lo que hace enriquecerla, con personajes profundos, humanos, con diálogos que manan de la obra pero engrandecidos por los intérpretes, aportando asimismo lírica visual en el manejo de una cámara que flota con majestuosidad alrededor de los actores sacando lo mejor y más de las emocionales actuaciones. Un drama dirigido con notable pulso por el actor inglés, haciendo discurrir las escenas con solemnidad, induciendo incisivamente a un tono de honda intensidad, derivando en que el público quede absorbido entre otras cosas por la magia de la prosa manejada, un aluvión incontenible de ingenio puesto al servicio de la retórica y la poesía, sacando un tremendo jugo y esplendor al encadenado de palabras y frases.
Olivier pone énfasis en algo que Shakespeare no hizo, acentúa un halo de relación incestuosa entre Hamlet y su madre, de hecho se ve más distante y frío con su pareja Ofelia que con su madre Gertrude, dejando entrever en la escena del dormitorio con ella unas insinuaciones veladas de algo más que afán vengativo contra su padrastro, se insinúan celos amorosos, llegando a remarcarse esto en besos en los labios de madre. Olivier hace intenso uso de la voz en off con efluvios poéticos de varios personajes que aumenta la inquietud y la desazón en el público, transmutando algunos monólogos en pensamientos interiores que el espectador oye en off, mientras vemos sus rostros. Laurence Olivier encarna a Hamlet, y le dota de hondura psicológica, de taciturnidad, de introspección, de mundo interior, de carisma, de mordacidad, de tristeza, de ira contenida, de incertidumbre, reflejando un arco de emociones arrollador, con un lenguaje gestual y de mirada sensibilizador, magnífico. Jean Simmons como Ofelia, ofrece una actuación muy sentida, angustiada, dubitativa, sabe darle el punto de enternecer por la inocencia que transpira (fue nominada al Oscar por secundaria). Eileen Herlie como la Reina Gertrude, da un rendimiento formidable, impregna a su personaje de melancolía, de turbación, de anhelos, brillante la química con Olivier, sobre todo en la escena del dormitorio, transpirando entre los dos cierta relación incestuosa, curioso es que la actriz tenía 28 años y hacía de madre Olivier que tenía entonces 40. Basil Sydney como el Rey Claudio dota de majestuosidad, de sutilidad, de sensaciones encontradas, un villano tridimensional, con aristas, Felix Aylmer como Polonio, un gran apoyo para dar mas relieve dramático. Terence Morgan como Laertes despliega una genuina y creíble rabia vengativa. Laurence Olivier puso la voz del espíritu del padre muerto mediante un registro de su voz a una velocidad reducida, lo que supone un tono. En la película aparecen actores en pequeños papeles que con el tiempo se ganaron merecida fama, como Peter Cushing, Christopher Lee, y Anthony Quayle.
La potente puesta en escena rezuma aires teatrales, todo filmado en interiores, con una brillante dirección artística de Carmen Dillon, rodado en los Denaham Studios de Buckinghamshire (Inglaterra), recreando con mimo en sus decorados del palacio danés de Elsinor, con espacios abovedados, con escaleras de caracol, con almenas y sumado el estupendo diseño de vestuario de Elizabeth Hennings y realzado por la fotografía de Desmond Dickinson en b/n, jugando con los claroscuros, con lo sombrío, componiendo bellas estampas, movimientos de cámara sibaritas, con hermosa utilización de grúa, con esmerados travellings, con radiantes primeros planos que sonsacan el caudal de sentimientos de los personajes, donde las secuencias no paran de fluir una tras otra, esto gracias a que la cámara navega por el palacio de modo que llega a parecer ininterrumpido... por las almenas, escaleras, las ventanas, habitaciones y salones, llegando a construir escenas con muy pocos cortes que otorgan realismo y dotan de vigor al dramatismo imperante, atomizado por un enfoque que imprime profundidad de campo y que baña de veracidad espaciosa cada toma, preciosa la composición de la muerte de Ofelia en el río inspirándose en el cuadro “Ofelia” del pintor inglés del SXIX John Everett Millais. Momentos recordables, algunos mencionados; El encuentro de Hamlet con el espíritu de su padre en las almenas del castillo; El clásico soliloquio “ser o no ser”; El homenaje shakesperiano del teatro dentro del teatro con la representación de “La muerte de Gonzago” inducida en cambios por Hamlet para enervar a su padrastro; La escena en el dormitorio entre Gertrude y su hijo Hamlet, el asesinato de Polonio tras la cortina; La divertida y alegórica charla de Hamlet con el sepulturero; El operístico entierro de Ofelia; El clímax final del duelo a espada entre Laertes y Hamlet, con el complot de Claudio para envenenar al príncipe danés.
Después de esta película, cualquier versión cinematográfica de Hamlet ha tenido que mirarse en ella. Para mí… La figura fantasmal del padre, el escenario singular de la torre, y esa forma de filmar de Olivier tan influenciada por «Ciudadano Kane» convierten esta película, aún hoy, en la mejor versión de «Hamlet».
Algunas curiosidades:
– Cuando se entregaron los dos óscars a Laurence Olivier, como mejor actor y como mejor película, éste no acudió a la gala. Estaba en Broadway, interpretando una obra junto a su mujer, Vivien Leigh.-
– La gala de los óscars la presentaba Ethel Barrimore, quien estuvo en desacuerdo con ambos premios, dado que pensaba que su hermano, John Barrimore, había interpretado a Hamlet en Broadway en 1922 mucho mejor que Olivier en la película de 1948.-
En principio que una película como Hamlet, que cuenta con tantos recursos teatrales como cinematográficos, haya ganado cuatro premios Oscar y, sobre todo, el de mejor película. No por la calidad del film, que es elevada, sino porque abunda en diálogos y puestas de escena más propios de las tablas de un escenario que de un set. Más allá de los criterios de la Academia, muchas veces controversiales a lo largo de la historia, la película tiene muchos méritos aunque sus competidores (The treasure of the Sierra Madre de John Huston) hayan sentido una amargura adicional.
No se trata de teatro filmado pero en muchas escenas abundan los planos medios y los movimientos de cámara se asemejan al de una cabeza que rota a través de los distintos personajes. El film cobra vigor cinematográfico nuevamente en la escena en la que Hamlet prepara una obra de teatro para denunciar ante la corte lo sucedido. Es muy interesante como Shakespeare, y Olivier, juegan con declamar el poder que tiene la ficción para operar en la realidad.
Hay también algo de paz espiritual. La tragedia que significa la muerte se balancea con la revelación de la verdad. La sombra atormentada del padre de Hamlet debería así poder descansar en paz. La tragedia de un hombre, su hijo, que no pudo tomar la decisión de ajusticiar a su asesino, llega también a su fin. El guión, escrito por el mismo director y adaptado de la obra del mismo nombre, es trágico como pocos y desde luego único, al sobrevivir durante siglos sin perder interés o calidad. Absorbiendo al público generación tras generación con un extraordinario trabajo necesario de descubrir. Y que es llevado a cabo con una narrativa con voz en off de algunos de los protagonistas antigua y lírica, haciendo crecer la intriga con oscuridad. Y destacando también el eficaz montaje lineal y seguido, que no se hace pesado en absoluto. Concluyendo, la considero un clásico imprescindible e imperecedero en el séptimo arte de obras adaptadas, por su calidad y por llevar a la pantalla una historia que sobrevive aún con el paso de los siglos, y que además está llevada a cabo con maestría y buena intención. Recomendable por su dirección, guión, actuaciones, música, movimientos de cámara, vestuarios, caracterizaciones y narrativa que hacen de Hamlet, un film con 4 oscars entre ellos el de mejor película, que avalan su resultado y que gustará a los cinéfilos clásicos en general. Está considerada una de las mejores adaptaciones cinematográficas de la historia. Decir que la historia es impresionante. Hablamos del gran clásico del teatro escrita por el brillante autor inglés; decir que la trama no es buena sería una broma de muy mal gusto. La adaptación es muy buena tanto el dirección como en el guión. Recoge todo lo esencial de la mítica obra y lo expone con fuerza gracias a unos decorados majestuosos y a una fotografía que oprime hasta lo más profundo debido a esas escenas llenas de sombras y humo.
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"Hamlet" es la gran obra del teatro y cuenta con mucha valentía enfrentarse a Shakespeare..
El riesgo es muy grande, aunque en este caso Laurence Olivier cumplió extraordinariamente con el objetivo y nos ha regalado para todo mitómano y amante del cine, una obra maestra y un espectáculo difícil de olvidar, por muchos años que pasen..