TESTIGO DE CARGO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

- "Al público no hay que dárselo masticado, como si fuera tonto. A diferencia de otros directores que dicen que dos y dos son cuatro, Lubitsch dice dos y dos...Y eso es todo. El público saca sus propias conclusiones "-

( Billy Wilder)

 

 

 

 

 



La acción del la película tiene lugar en Londres. El famoso abogado londinense sir Wilfrid Robarts, convaleciente de un infarto de miocardio, es asistido OBSESIVAMENTE por la enfermera Miss Pimsoll. Acepta defender a Leonard Vole, casado con la alemana Christine, y acusado de asesinato.

 

 

 

 

Testigo de cargo es una obra en lo que nada es lo que parece. Charles Laughton, me parece el mejor actor clásico, despliega en Testigo de Cargo toda su dosis de inteligencia, recursos y sarcasmo. También su cuerpo es un campo de batalla y satisfacer sus necesidades exige un espíritu subversivo. La elegante alternancia entre comedia y drama brilla con luz propia en este film que para mí, es de lo mejor sobre dramas judiciales. Tras lo escrito, me gustaría decir en favor de Wilder que observo la escena final como una secuencia onírica que como un desenlace serio. Es cierto que está brillantemente rodada, sin ningún tipo de duda estamos ante una de las mejores películas del maestro Wilder junto con “El apartamento”, “El crepúsculo de los dioses o En bandeja de plata”. Estamos ante una obra maestra, basada de una pieza teatral de Agatha Christie, y considerada como una de las mejores adaptaciones hechas para el cine partiendo de un relato. Lo primero, el guión, es perfecto, sólido, ligero... Lleno de un humor extraordinario, con diálogos llenos de ironía... Y también donde se deja ver esa sentimentalismo especial de Wilder conjugado con su particular ironía. Ambas cosas bien enlazadas. Es un film de actores, destacando como ya dije, por encima de todos el gran Charles Laughton, haciendo aquí uno de los mejores trabajos de su carrera. Una interpretación tan portentosa que deja sin habla. Yo creo que junto con “Tempestad sobre Washintong”, estaba en el mejor momento de su vida. Destacar a Marlene Dietrich, muy pocas veces ha estado tan maravillosa, enigmática y sensual como aquí....su presentación y su puesta en escena es soberbia. Y por supuesto Tyrone Power, en su última interpretación, antes de incorporarse al rodaje en España de Salomón y la reina de Saba, pues moriría después.

 


El film acumula ingredientes como drama, misterio, thriller, a los que se añade elementos de comedia de humor. Wilder asume la adaptación de la escritora a instancias de Marlene Dietrich, su gran amiga, Marlene quería que Wilder tomara las riendas del film y así ser la segunda colaboración entre ambos. La obra tiene un tono teatral, ya que la mayor parte de la acción se desarrolla en el despacho de Robarts y en la sala del juicio. Intercala sugestivos flashbacks que explican antecedentes de la acción. La narración es brillante, la puesta en escena excelente, los diálogos magníficos y las interpretaciones memorables. La atmósfera de misterio y de intriga se desarrolla en un crescendo bien administrado, que absorbe la atención del espectador. Los personajes están bien definidos, como el abogado defensor: gruñón, cascarrabias, testarudo, sagaz, lúcido e intuitivo. La obra enseguida obtiene el favor del espectador, que se hace cómplice del abogado. El relato está salpicado de humor, que se basa en palabras y expresiones de doble sentido, en unas relaciones de amor/odio de Robarts y la enfermera, unido a la sagacidad del abogado. No faltan constantes Wilder, como el encendido de una cerilla, coches de época, estaciones de tren. Como sucede en el film EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES, el protagonista desea una última oportunidad. La lograda intensidad del suspense hizo que el film se comparara con los de Hitchcock, de quien Wilder toma aquí elementos tan característicos como un falso culpable, la mujer rubia que gobierna al hombre, giros argumentales... Son deliciosamente cómicas las profesiones sucesivas del acusado: probador de juguetes infantiles en unos grandes almacenes, reparador de máquinas extrañas, inventor de una batidora de huevos que separa la yema de la clara. La música, de Matty Malneck, ofrece una partitura emotiva e intensa, como el amor, la confianza y la decepción. No hay temas sorpresa. Y como un enorme regalo, añade la canción "I Never Go There Any More", que Christine canta en un cabaret nazi. La fotografía en blanco y negro de Russell Harlan, presenta planos largos, numerosos planos a cámara fija, movimientos de barrido horizontal y encuadres desde posiciones diversas e intercambiables. Todo un gozo para el espectador.

Sin ninguna duda estamos ante una de las mejores películas del maestro Wilder. Lo primero que quiero destacar es el guión, con el sello de garantía de Wilder. Lleno de un humor extraordinario, con diálogos llenos de ironía. También ahí se deja ver ese sentimentalismo especial del maestro.
Es una película que reflexiona sobre la moral en el ejercicio de la defensa, la duplicidad de testigos, una película sobre la traición, la pasión, la frustración... En este sentido en una película que anticipa mucho a su posterior “La vida privada de Sherlock Holmes”, en el sentido de retratar la curiosidad del investigador. Es una película de detalles, de esos detalles con importancia y que nos revelan el carácter de los personajes; el monóculo, las pastillas, el termo, los sombreros, los puros...En definitiva estamos ante una obra  por la que no pasa el tiempo, sino que conserva frescura y enganche. Tiene una fluidez narrativa tan conseguida que el espectador entra y se siente participe de la película. En ese sentido es una película joven, que está llena de escenas inolvidables y entrañables. Por ejemplo cuando Laugthon prueba el ascensor, varias veces arriba y abajo, revelando su lado más infantil. Otra escena maravillosa la encontramos casi al final, con Dietrich detrás de la puerta escuchando el veredicto con el alma en vilo, es la mirada de una mujer enamorada que lo ha hecho todo por intentar salvar al hombre que quiere. El final que merece capítulo a parte donde Wilder demuestra hasta que punto se puede rizar el rizo a la intriga

 

 

 

"Testigo de cargo" merece disfrutar indiscutiblemente de un puesto honorífico en el Olimpo de los grandes clásicos cinematográficos. Admitiendo de antemano la existencia de algún que otro despropósito intrascendente en el clímax final, no estimo en ello motivo suficiente como para entablar polémicas bizantinas sobre si la película está sobrevalorada respecto a otros trabajos del director como "El apartamento", "Perdición" o "El crepúsculo de los dioses". Wilder entremezcla sabiamente drama y comedia, como las escaramuzas verbales entre Sir Wilfrid y su enfermera hilvanando magistralmente, al mismo tiempo, un entramado argumental repleto de diálogos que no decae ni resulta tedioso en ningún momento. Gracias, Billy, por seducirnos con tu cine sencillo, ingenioso y ameno. El público es soberano y no es casualidad el grado de súper-devoción que te profesa. El fim tiene una frescura y una fluidez en la dirección que parecen atemporales. Como si Wilder, aparte de genio cinematográfico, secretamente hubiera hecho sus pinitos en la física y hubiera creado una burbuja espacio-temporal y allí hubiera escondido la bobina con la que grabó esta película. No me viene de nuevas encontrar tales sensaciones en una película de Billy, pero estamos tan mal acostumbrados actualmente que no puedo controlar una euforia como estas secuencias:

.

Esos diálogos electrizantes, llenos de vitalidad y socarronería.

Encuadres hábiles que parecieran un personaje más.

Charles Laughton... por Dios, ¡¡Charles Laughton!!....

Con Marlene Dietrich haciéndole frente sin desmerecer en absoluto.

Grandes papeles secundarios como es costumbre en Wilder.

 

Primero diré que la película es grande mucho antes de llegar al final y cuando este pasa, sigue siéndolo pese a todo. No entraré en detalles porque ni falta que hace, pero lo que hoy he descubierto tras todo esto es que eso de que una buena dirección y/o guión se puede ver lastrado por pequeños detalles desatidados, pero es falso, o al menos no del todo cierto. Una buena técnica siempre eclipsa esos detalles, y si se roza lo extraordinario durante todo el metraje más aún.

 

 Para mí Billy Wilder es la personificación del Cine

 y

Testigo de cargo una buena muestra de ello.

 

 


 

No olvidaré nunca el rostro de Tyrone sentado en el juicio, su rostro, sus enormes ojos asombrados, taciturnos, anhelantes, o la majestuosidad de una Marlene, mas Dietrich que nunca y la inteligencia de un abogado con matices de "bandeja de plata", son mis tres tesoros del film, admiró y seguiré admirando estos nombres que son leyenda en el cine y que corren por mis venas. Sin ellos, y muchos como ellos mi madurez se alimenta, se nutre y afilo estos artículos que tanto representan para este cinéfilo que comenzó a amar el séptimo arte con siete años. Como dato anecdótico quiero reseñar el interés que tenia Marlene sobre Tyrone, le perseguía por el plató, le regalaba cajas del vino mas caro y hasta una cigarrera de oro con sus iniciales, pero el actor se comportó siempre ante su compañera de trabajo como un profesional caballeroso, y Marlene solo pudo conseguir tras el rodaje del film, mantener una amistad limpia y absolutamente fiel.

 

 

Se ha comentado que “Testigo de cargo” es de las películas más dispares de Billy Wilder, que apenas se nota una comparación con sus anteriores trabajos, creo que él quiso que hasta cierto punto fuera así, quería rodar un  buen film. Todas sus aportaciones mas destacadas se limitaron a modificar el papel del abogado Sir Wilfrid Roberts, rehecho a la medida de su amigo Charles Laughton, a quien le acompaña una enfermera tan severa como risible, encarnada por Elsa Lanchester, cuya actuación le valió una nominación al Oscar. Los divertidos y feroces diálogos entre Laughton y Lanchester, pasan por ser lo más genuino de Wilder, donde él abrió mas la mano a su estilo de maestro indiscutible. Sin embargo, viendo cómo se recrea Wilder en las escenas judiciales, encaradas como si de una obra teatral se tratara, en las solemnes fórmulas de los letrados, en sus parlamentos y sus réplicas y contrarréplicas tintadas de veneno, en los giros abiertamente melodramáticos del argumento, uno no puede dejar de preguntarse si el maestro no estaría hurgando en su tema favorito: las falsas apariencias y sus efectos sobre los seres humanos, acentuando por ello su aire de representación teatral, de artificio que no oculta su tramoya, cuyas pirueta y tirabuzón final dejan al descubierto los rostros de sus protagonistas y desmienten así esa simetría que, como muy bien sospecha Sir Wilfrid, la vida tiene dos caras y nosotros seguimos buscando la verdadera.

He de confesar que mi admiración por Billy Wilder viene de hace años, después de disfrutar enormemente con su excelente EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES, solo con este film bastaría para considerarle un genio del séptimo arte con mayúsculas. Seguramente se podrán contar con los dedos de una mano los directores que alcanzan su  nivel, el cual le permitió abarcar todos los géneros de manera extraordinaria. Su aportación al cine no tiene adjetivos, es simplemente brillante y convincente.

 



 

La primera vez que vi a Charles Laughton en una película, es la escala de medida que utilizo para valorar el trabajo de cualquier actor: me sorprende constatar que ningún Robert DeNiro, ningún Pacino, ninguna de esas supuestas luminarias del cine actual son dignos ni de besarle las suelas de los zapatos a este actor que fue pirata, abogado, capitán, contrabandista, rey, jorobado y sobre todo, inmenso director que con una única película se situó de golpe y porrazo en el especial Olimpo que reservamos para los muy grandes. Cuando un talento así se une a otra gran mente como la de Billy Wilder, obtenemos como resultado esa maravilla que es "Testigo de cargo".  La película es en todo momento auto consciente de su propia levedad. "Testigo de cargo", además ofrece un recital de talento por parte de sus tres protagonistas, una encomiable agilidad narrativa que prohíbe el aburrimiento. Hay quienes consideran "previsibles" aquellos finales que pueden adivinar: cuando no lo consiguen, los llaman engañosos... Pelo la película sigue en pié y sobrevive en pleno siglo XXI.

 

El film tiene una puesta en escena excelente, la atmósfera de misterio y de intriga se desarrolla en un crescendo bien administrado, que absorbe la atención del espectador. La obra obtiene el favor del público, el relato está salpicado de humor, que se basa en palabras y expresiones de doble sentido, relaciones de amor/odio de Robarts y la enfermera, sagacidad del abogado, etc. No faltan constantes del autor: encendido de una cerilla, coches de época, estaciones de tren... La lograda intensidad del suspense ha hecho que el film se compare a los maestros del suspense, de quienes Wilder toma elementos tan característicos como el falso culpable, la mujer rubia que gobierna al hombre. La música, de Matty Malneck, ofrece una partitura emotiva e intensa, con temas de amor, confianza y decepción. La fotografía, de Russell Harlan en B/N, presenta planos largos numerosos a cámara fija, movimientos en horizontal y encuadres precisos desde posiciones intercambiables.


Si uno está cansado de revolotear por las salas de cine buscando algo más que efectos especiales del siglo XXI o historias que ya hemos visto, sólo tiene que echar la vista atrás y reencontrarse con el cine clásico, un arte que no me vio nacer pero ya me estaba esperando. Los movimientos de cámara, las actuaciones, un buen montaje, la fotografía, la dirección artística, una banda sonora acertada, todos estos elementos son necesarios para realizar un buen film, incluso los efectos especiales. Pero si no hay nada que contar, ya podemos juntar a Spielberg con Jack Nicholson, Nicole Kidman, John Williams y Alejandro Amenábar, que sólo tendremos mas de lo mismo. Y es que si por algo destaca TESTIGO DE CARGO es por la historia que nos cuenta sin más ayuda que un par de escenarios, por los comentarios adelantados a una época en HOUSE, de Sir Wilfrid Roberts y por un desenlace que borda un elemento imprescindible del cine, el guión. Excelente película del maestro Wilder, un delicia cinematográfica indiscutible. Es una cinta fantástica, que desde el primer hasta el último plano te mantiene expectante y partícipe de su trama. La intriga va creciendo a medida que avanza la película, cosa que no podía ser de otro modo viniendo de una adaptación de teatro. Excelente film de actores con un trío soberbio en el que Charles Laughton hace uno de sus mejores papeles, un genial abogado que se hace cargo de un difícil caso criminalista estando enfermo y poniendo en peligro su vida. El personaje derrocha simpatía por todos lados y hay momentos verdaderamente cómicos y muy agradables, además del suspense. Marlene Dietrich está como es costumbre en ella...!!genial!!! y está Tyrone Power, mi fetiche de adolescencia, esta vez sin capa y espada, pero dando el toque dramático exacto en todo momento, acentuandose en los cinco minutos finales.
 

 

Es una obra maestra, una de esas películas que cuenta con la virtud de poder ser visionada una y otra vez, y a pesar de conocer el final, una clave que se encuentra muy bien escondida en el film, la ves de nuevo y vuelves a introducirte en la historia por lo bien desarrollada que está. Es una película que no baja el ritmo nunca y siempre fascina. TESTIGO DE CARGO constituye también una de las mejores películas judiciales junto con "Matar a un ruiseñor y Anatomía de un asesinato." Hay que destacar su excelente final, donde Wilder riza el rizo. Es un film que juega con el espectador e incluso con el personaje de Charles Laughton, que al final se siente decepcionado con su cliente, al que había defendido creyendo en su inocencia después de la genial prueba del monóculo. Esta decepción me recuerda a otro titulo de Billy Wilder, "Perdición", donde al final el mejor amigo del asesino se siente decepcionado. Me quedé y me sigo quedando de piedra con la secuencia en la que Marlene Dietrich descubre su cicatriz a Laughton. A partir de ahí atamos cabos y vemos la gran farsa en la que hemos caído durante la película: 

Todo el cine de Billy Wilder gira alrededor de una idea fija: la mentira. Cuando se rastrea a fondo en su filmografía, no encontramos más que seres conmovedoramente patéticos atrapados en mascaradas, metidos de grado o por fuerza en historias que ellos u otros han ideado y en las que deben representar un papel que no es extraño que acabe devorándolos o mostrándoles, muchas veces entre risas crueles, la fea cara de la vida a la que se han visto arrastrados. Vendedores de seguros cínicos y amorales, apocados e ingenuos empleadillos, guionistas aprovechados, periodistas poco escrupulosos, cuñados caraduras, policías convertidos en chulos por el amor de una puta, los personajes de las películas de Wilder viven en un mundo de falsedades, engañan y son engañados y acaban experimentando, en un momento u otro y de una u otra manera, las desagradables consecuencias de ver arrancada la máscara que cubre su rostro.

 

No habrá nadie como Laughton, ni como Power y mucho menos como Marlene, uno a uno con su descomunal talento, de acuerdo a su físico y la Dietrich con una gran técnica ayudada de ese frío halo de diosa germana con el que se cubría, aunque en su vida personal de fría no tenía nada. Yo era un niño y la ví de la mano de mi padre, gran cinéfilo y quien me enseñó a verlo con la frialdad de un estudioso del Séptimo Arte, y del que me sentiré siempre eternamente agradecido. Continuaré viéndola en cada ocasión que me sea posible. Es intrigante, absorbente, con ciertos toques de ese humor inglés tan particular e inesperado. Y eso que ha pasado medio siglo desde que se filmó. Hay una parte muy importante que es el ingrediente que contiene el símbolo sexual de antes de la guerra. Tyrone Power. Comparar a Tyrone con un cisne, es apropiado. Como el cisne negro de una de sus películas. Tyrone tenía algo de magia, y majestuosidad en su porte. Un actor que fue aclamado y admirado en cada una de sus actuaciones. Un ideal enmascarado como el zorro. Y en “Testigo de cargo” se reunió con otro icono del cine. Con la belleza distante de Marlene Dietrich...con ellos ya tenemos dos ingredientes. Ahora la dirección de un Billy Wilder, completando la receta, traduce en un filme excelente. Tyrone se luce delante de la cámara... El hijo prodigo de Cincinnati. En los inicios de los 40. Como su apellido lo dice. Tyrone adquirió una “potencia” inusitada que no tuvo rival en esa época. Estuvo cerca del grupo selecto de los 7 magníficos: Gable, Bogart, Grant, Cooper, Fairbanks, Flyn y Peck, pero su muerte prematura le cortaron su paso al Olimpo. Algo curioso sucedió con Power después de la guerra. Es indudable que ya no fue el mismo. Quizás la energía que le acompaño antes de la guerra, la dejo entre los miles de muertos bajo el fuego enemigo en el campo de batalla. De aspecto intemporal y gran atractivo. El cisne negro se convirtió en una leyenda que no acabó con su fallecimiento. Porque el bien querido Tyrone; ..aún recuerdan su capacidad de actor y su dinámica presencia en la pantalla..

Tenemos aquí un coctail de suspense perfectamente complementado con una impecable dirección y una buena cinematografía. !¡Bravo! ... He de decir que estoy fascinado de Wilder, y que empiezo a ver con mis ojos que es el mejor escritor de películas. Es simplemente genial, una maravilla, de principio a fin. Esa forma de pegarte al sillón desde el principio hasta el final es genial, y también divertida. Wilder trata al espectador como un miembro del jurado, y según van sucediéndose los hechos existe la incertidumbre de si realmente fue el asesino o no. Por último, llego ese enorme final. El giro es espectacular, totalmente inesperado, tanto que no me atrevo a hablar de él

Testigo de cargo, ha sido considerada una obra atípica en la filmografía de Billy Wilder. No en vano, existen dos circunstancias que apoyan en gran parte esta conjetura. Por un lado, tal y como admite el propio realizador en una de las muchas entrevistas recogidas por Cameron Crowe en Conversaciones con Billy Wilder, la intención de este film era crear una intriga, aunque, no obstante, la cinta adapta una pieza teatral de la escritora inglesa con un estilo muy definido, que dotaba a todas sus obras de estructuras precisas y bien hilvanadas y, por lo tanto, difícilmente modificables. Por otra parte, uno de los aspectos más reprochados por los detractores de esta película es la artificiosa resolución de la trama, carente, según ellos, de la lucidez característica de algunos de los finales maestras de Wilder, como Con faldas y a lo loco o Irma la dulce. Y es que, para el espectador contemporáneo, es muy complicado ceder ante el manierista desenlace de la historia; por no hablar del hecho de tener que pasar por alto algunos aspectos chirriantes, como el más que estridente olvido de la principal prueba del juicio, el cuchillo con el que se perpetró el crimen sobre una mesa, al alcance de la despechada Marlene Dietrich; o la forzosa irrupción del absurdo personaje de la amante de Leonard Vole, introducido sin la característica sutileza que Wilder tan bien supo heredar de Ernst Lubitsch.

Sin embargo, esta tesis, bajo mi punto de vista, sin ir más lejos, Testigo de cargo encierra una de las improntas que ha hecho de Wilder uno de los más grandes de la historia del cine: más de medio siglo después de su estreno, la película conserva su magia.

 

 

En un flashback que muestra como Leonard y Christine se conocen por primera vez en un club alemán, ella lleva sus vaqueros de marca. Un cliente alborotado le baja los pantalones de un lado, mostrando las famosas piernas de la Dietrich, comenzando una trifulca. La escena requirió de 145 extras, 38 especialistas y 90,000$.


Al final de la película, según pasan los créditos, anuncia esto una voz en off:


La dirección del teatro sugiere si sus amigos no han visto la película, que ustedes no divulguen, a nadie, el final secreto de Testigo de cargo.



Este anuncio es acorde a la campaña publicitaria de la película: uno de los pósters de la película decía: "Hablarás de ello, pero por favor no cuentes el final."
El esfuerzo de mantener el final en secreto también se extendió al reparto de actores. Billy Wilder no dio a los actores las diez últimas páginas del guión hasta que fue el momento de grabarlas. Este secretismo puede que le costase a Marlene Dietrich un óscar de la academia, ya que United Artists no quisieron dar importancia al hecho de que Dietrich fuera la mujer que da las cartas a Sir Wilfrid para no dar pistas sobre el final.


No recuerdo nada parecido en el cine de ahora, estamos tan mal acostumbrados que no puedo controlar una euforia como esta. Sí, es como si la acabara de ver por primera vez y notase la envidia de los que aún la desconocen, creo que sentiré así siempre, para mí es un trabajo mas que perfecto. No entraré mas en detalles, porque no hace falta, pero lo que he sentido escribiendo sobre TESTIGO DE CARGO, es como si flotase en el aire, cegado por las luces del cine en total pureza. D
estacar, para finalizar, el fino alegato en contra de los prejuicios hacia los extranjeros que lanza con sutileza el autor, polaco de nacimiento pero criado en Austria y emigrado a los Estados Unidos unos años antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial.

 

 

Obra imprescindible para los amantes del cine de Wilder y del drama judicial.


 

PREMIOS



6 nominaciones al Oscars, incluyendo película y director

5 nominaciones al Globos de Oro, incluyendo película y director

Nominada BAFTA: Mejor actor extranjero (Charles Laughton)

Premios David di Donatello: Mejor actor extranjero (Charles Laughton)