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EL TOPO

 

 

 

 

 

 

No es tarea fácil adaptar al cine las novelas de John Le Carré porque se trata de una literatura donde prima la reflexión sobre la acción y resulta arduo traducir a imagen tal fórmula narrativa. Considero, pues, más meritorio el trabajo del director sueco Tomas Alfredson en la que es probablemente la mejor adaptación hasta la fecha de una obra de Le Carré, teniendo en cuenta, además, que se trata de uno de sus textos más complejos e introspectivos. Como la novela del autor británico, ya llevada a la televisión a finales de los años setenta del pasado siglo con su título original, “Calderero, sastre, soldado, espía” y con Alec Guinness como protagonista, la historia gira alrededor de la búsqueda y desenmascaramiento de un “topo” o agente doble que en plena guerra fría está pasando información a los rusos a pesar de trabajar para los británicos. Fiel al estilo de Le Carré, Alfredson trata de ir con la cámara más allá del rostro de los personajes, escarbando en su interior y poniendo al descubierto los mecanismos que les mueven a actuar de la manera en que lo hacen. Pero además la película es un retrato de la propia guerra fría por la que discurre, un escenario realmente helado donde nada es lo que parece y cualquiera puede ser un traidor. En ese sentido, el filme es muy brillante en su puesta en escena, logrando transmitir al espectador una sensación casi claustrofóbica y toda la complejidad de lo que ocurre. He de destacar con creces el trabajo interpretativo de Gary Oldman, un George Smiley frío y reflexivo, hastiado de guerras y traiciones, apartado por sus superiores del espionaje y atrapado a la vez en sus redes. Magnífica película, insisto, que por fin hace justicia, a uno de los mejores escritores del género de espías de todos los tiempos.

 

 


 

Un personaje como George Smiley, al que Carré confirió el absoluto protagonismo de una serie de novelas, es presentado desde el silencio, la pausa, la imagen y una secuencia nos puede dar señales de su comportamiento: una abeja que se encuentra en el interior de un coche y perturba al resto de pasajeros es ‘invitada’ por un imperturbable Smiley gentilmente a abandonar el vehículo. Esa concisión en dar protagonismo a un personaje que apenas habla y cuya inquebrantable paciencia se convierte en su principal virtud nos podía colocar en la sintonía de ese ‘escorpión’ que protagoniza “Drive”. Pero pese a que tanto Alfredson como Winding Refn parecen querer construir un cine netamente posmoderno sobre cimientos cinematográficos pasados no existen, en “El topo” apenas golpes de efecto. Sí aparece una completa percepción del ritmo, montaje, puesta en escena y personajes son como una partida de ajedrez directamente con el espectador, aunque algunos confundirán lo frío, lo inteligente, real, con lo coherente.

 

El director no se ha ceñido al thriller tradicional de espías con dosis de suspense y romance que pudieran hacer resurgir al clásico James Bond, sino que ha preparado una historia de anti-acción donde la psicología y las palabras aplastan cualquier mínimo y contado disparo que pueda surgir. “El topo” se acerca notablemente a un pletórico, conciso, silencioso e impasible Gary Oldman poniéndose en la piel de un personaje que ya interpretó hace años Alec Guinness. Lo hace con una puesta en escena basada en cristales que nos muestran una verdad que no podemos palpar. Tal vez esa ubicación sea colocarnos tras las gafas de Smiley desde donde debe hallar la verdad. El montaje se permite evitar partes informativas y los flashbacks están integrados para perturbar y engañar tal vez al espectador más despistado. Y es que el director ha decidido confiar en la inteligencia del público para que se introduzca de lleno en una historia de agentes dobles, villanos nacidos del pasado, secretos mortales, intereses y conspiraciones globales en la nueva forma de hacer la guerra que cambió el curso de la historia. Por haber, hay incluso varias historias de amor y todos los elementos propios del género pero tanto su utilización como el desorden impuesto por el cineasta hace malo aquello de que el orden de los factores no altera el producto. “El topo” es todo aquello que no pudo ser “El buen pastor” de Robert De Niro. Establece en la memoria y la percepción del recuerdo una manera de supervivencia para su protagonista. Realmente es el cineasta quién habla en esas imágenes: debemos entender el pasado para poder sobrevivir y afrontar el futuro. Si es necesario cambiar de gafas de pasta gruesa, como hace Smiley, posiblemente ayude a ver mejor una realidad oculta que no es visible a los ojos. Pura cuestión de retina cinematográfica. La vida de los espías es aburrida. Esa es una de las conclusiones que uno obtiene tras visionar 'El Topo'. Acostumbrados a la imagen irreal de los espías que nos ha vendido, con James Bond a la cabeza y sus mujeres, sus coches de lujo y sus martinis agitados, no removidos, por tanto sorprende la perspectiva que ofrece Tomas Alfredson. Ha tenido que llegar un director sueco, para brindarnos un retrato creíble del espionaje. Un mundo en el que no hay lugar para la sonrisa, y en el que el disimulo, la vigilancia y el papeleo sustituyen todo.

 

 


 

En su anterior película, 'Déjame Entrar', Alfredson puso el listón muy alto con esa vuelta de tuerca al mito vampírico protagonizada por un par de infantes, era un film pausado y frío, con una atmósfera lúgubre que le iba como anillo al dedo a la historia. Ahora repite la jugada pero va un paso más allá, convirtiendo a 'El Topo', no ya en una película fría, sino en un film gélido. Alfredson ha dejado los tiroteos, las explosiones y las persecuciones a un lado, aquí los duelos se resuelven con la palabra, escudriñando cada frase, cada gesto y cada mirada de los protagonistas, con el único objetivo de descubrir al traidor. Tinker (Calderero), Tailor (Sastre), Soldier (Soldado) y Spy (Espía) son los cuatro candidatos. Los guionistas adaptan la novela de John Le Carré, desarrollando un juego de mentiras y medias verdades en el que nada es lo que parece. También ponen especial énfasis en la nula vida personal de los espías y en la quimérica tarea de mantener una familia a flote. En otras películas de espionaje el guión revela demasiado, de manera que el espectador intuye el final antes de tiempo. En 'El Topo' ocurre todo lo contrario, y es que por momentos parece que los guionistas escatiman información al sufrido espectador, que siempre va un paso por detrás. Así, se hace complicado seguir el argumento. He de decir que 'El Topo' es una película difícil, que despista del espectador. Es fácil entrar en la historia, pero también salirte de ella. La escena de apertura es un prodigio de intriga admirable. Una vez aceptado el juego que propone la película, que consiste en encontrar a un ‘topo’ infiltrado en los servicios secretos británicos, el espectador debe mantener la atención durante 120 minutos. Estamos, por tanto, ante una película de espías de verdad en la que la espectacularidad brilla por su ausencia salvo en el apartado de sus actores, como John Hurt, Colin Firth, Tom Hardy o Toby Jones dan un recital. Gary Oldman tiene un duro cometido, hacer olvidar al Smiley de Alec Guiness. Finalmente resiste la comparación, ofreciendo un Smiley que es un fiel reflejo de la película: sereno, impasible y pétreo.

 

Me quedé sorprendido ante las malas críticas que recibió por parte de algunos críticos de culo estrecho... Supongo que es de esas películas que si no entras en su atmósfera es difícil que te guste, pero es que yo creo que nos han acostumbrado a lo fácil, y, sin ninguna pretensión de snobismo  y mucho menos de mirar a la gente por encima del hombro, (me reconozco con un enorme intelecto en materia de cine, creo que el problema fundamental en nuestra época, que no queremos reflexionar ni hacer preguntas, ya no sólo en el cine o en el arte en general, si no en el día a día cotidiano. Todo lo que mueve más allá de lo convencional, es rechazable y sus defensores considerados como unos creídos, que dicho sea de paso, sí lo son. Lo de "no lo comprendo" es, sin duda, una de las excusas más fáciles y extendidas que hoy en día se ponen hacia aquellas películas que no tratan a los espectadores como idiotas o niños pequeños, y que requieren un pequeño esfuerzo más allá del visionado. ¿La culpa? El cine facilón donde todo está machacado hasta la máxima simpleza, o hinchados de efectos especiales insoportables, que tratan al espectador de inútil; y por la actitud de vagancia reflexiva y intelectual de muchos espectadores."Dámelo todo masticadito y digerido, que paso de pensar”. Otras de las barbaridades que se han escrito sobre ELTOPO.. ¡es muy lenta! Y es que como no me pongan quinientas secuencias de persecuciones y explosiones por segundo en las que, en realidad, no he visto nada con claridad pero todo iba muy rápido, pues ¡es  muy lenta! En fin, si este film les parecen lento, ya no digo que les parecerán los de Ozu, Tarkovsky, Bergman... ¿La culpa? Un cine donde parece que pasan millones de cosas, pero todas vacías y sin nada donde escarbar más allá de flashes de luces, manchas y sonidos, todo incoherente e inconexo, pero rápido. Dejar contar una historia sin precipitar su narrativa, reposando los momentos, las situaciones...."Esto amigos míos, es cine".

 

Dicho esto, constatar que muchos que escriben sobre otras películas, que en ese caso sí les han gustado mucho, las catalogan como la séptima maravilla e intentan imponer su criterio como el único válido y universal y eso es totalmente falso, He de reconocer que el espionaje es uno de mis géneros favoritos pero viendo el espectacular reparto que tenía me decidí verla. Jugaba con ventaja porque me habían anunciado que la película era lenta pero se podía considerar como un peliculón. Una vez superados los trailers, un John Hurt invita a Mark Strong a entrar en su despacho, introduciendo al espectador en un mundo de espías sobrio, frío y calculador, sumergiéndonos de lleno en la trama, anunciando el por qué de la película, cuál es la finalidad de su presencia allí y cuales van a ser las intenciones del director. Sin embargo, una vez que los títulos de crédito iniciales desaparecen y la película cobra vida, el espectador desaparece como tal y se funde con ella. No porque el mundo de la inteligencia británica te absorba de tal manera que no existe nada más que ellos sino porque si te atreves a mirar para otro lado, a respirar o intentar construir ese puzzle que forma el director, estás perdido. Y así me pasó a mí, me despiste un poco y me costó recuperar el hilo conductor de la película.

 

 

De lo básico me enteré pero otros detalles pasaron de largo mientras intentaba entenderlos. Al principio pensé que era yo, que mi cabeza no daba más de sí y rebusqué por la red a ver si alguien era capaz de desentrañar los misterios de esta película pero creo que todo el mundo llegó a mi misma conclusión: "NO ME HE ENTERADO DE NADA". Afortunadamente, no ha sido culpa mía ... Y, como dice el refrán, mal de muchos, consuelo de tontos. Un reparto espectacular, con un Colin Firth, caballero de pies a cabeza acompañados por actores que valen más por lo que callan que por lo que realmente dicen. Una forma magistral de llevar la película gracias a sus silencios y a una banda sonora que habla por si sola. Adaptar a John Le Carré es siempre una tarea difícil. En efecto, un gran escollo que la película debía superar. Y aunque no podamos calificarla de perfecta, la versión está a la altura de las circunstancias. Más aún teniendo en cuenta la existencia previa de la serie de la BBC, todo un alarde de flema y mesura británica que contaba con Alec Guinnes. Vemos, pues, que la propuesta era arriesgada, pero respetable visto el resultado final. La versión de Tomas Alfredson se mueve en una línea más sofisticada, capta a la perfección ese ambiente frío que envuelve tanto a la historia, como a cada uno de los personajes. Pero Alfredson ya había dado muestras de su talento y frialdad en “Let the Right One In”, una obra maestra que asombró a propios y extraños. Aunque inferior con respecto a aquella, su cinta sobre el espionaje sabe conferir la atmósfera precisa, con un pulso narrativo que la sitúa en un nivel digno para destacar dentro de este subgénero.

 

Es innecesario traer a colación los excesos de James Bond, compañero del SIS, pero existen otras producciones cuyos espías hacen de todo menos pasar desapercibidos. Ahí estarían los ejemplos de los hermanos Tony y Ridley Scott, firmantes respectivamente de “Spy Game” y “Body of Lies”, ejemplos típicos del “mainstream” americano para el género. El toque europeo es siempre de agradecer, no en vano la última gran obra maestra en este campo era la alemana “The Life of Others”, un sobresaliente ejercicio del suspense que ganaba tanto por su suspense como por la humanidad de sus personajes.
En el plano técnico, los espías demuestran un gran estudio.... No tanto por la elección de sus localizaciones, sino más bien por su pericia tras la cámara, ya que la planificación y los movimientos de cámara son cruciales para dar el carácter que busca la película, además de breves y justos “flashbacks” que van completando el puzzle. En todo momento, la cámara busca guardar las distancias con su protagonista George Smiley y sus cuatro antagonistas entre los que se halla el topo. Logra así evitar que el espectador empatice con alguno, manteniendo la tensión hasta el final sobre quien será el hombre en cuestión. Además, lo envuelve con abundantes planos generales y lentos movimientos de cámara que amplifican la sensación de suspense. Con todo, la película no sería nada sin el excelente buen hacer de sus actores, un reparto de lujo que se muestra perfecto. Puede que la película no acabe de llegar totalmente al gran público, posiblemente por su extrema frialdad. Desde luego, no es una obra maestra, pero sí se nota oficio y respeto hacia la creación cinematográfica, resultando una película a tener en cuenta, en definitiva, una película más que recomendable. Desde el principio comienzan a aparecer muchos personajes que aparentan ser "principales" y un encadenamiento algo lioso... Después de una hora un pico esperando que aquello cobrara sentido y lograra comprender algo de la película, llegué a la conclusión de que me iba sintiendo incapaz de procesar todo aquello; entonces miré a mi alrededor y todos los ojos estaban clavados en la pantalla, eso me recuerda los films de culto, esos que sirven de ejemplo para todo amante del cine.
 

El topo es una obra seria y bien hecha que cuenta con la correcta dirección de alguien que se ha tomado molestias para conseguir un ambiente real, tal vez inspirado en viejos espías como Kim Philby, y al parecer también en una serie inglesa. He leído en un periódico, que un espía tiene que ser alguien tan corriente que si por casualidad te fijas en él, a los pocos minutos se te tiene que haber olvidado su rastro. Ahora bien, este requisito ha calado hasta en la misma historia consiguiendo que la trama, por desgracia, también pase desapercibida aún estando ahí en todo momento. Hay un topo al que suponemos se maneja por sus túneles para entenderse con Control, con Carla, con Circus… y que justo un topo es el individuo a quien los reptiles más odian por eso mismo, porque se habla con todos, y eso no lo soportan, y al espectador le interesa saber quien es ese osado que pone en jaque a los flemáticos ingleses y es ahí cuando los túneles se convierten en subterráneos profundos, cuando se cruzan demasiado los caminos y cuando empiezan a dar la impresión que desaparecen dejando historias incompletas. El personaje de John Hurt empieza avisando que quieren su cabeza, a raíz de ahí el agente Smiley se pone en funcionamiento para buscar un topo en las esferas del Circus, base de operaciones inglesa. Quiero destacar de entrada las escenas donde perfectamente y con brevedad nos ponen al corriente del fondo de reptiles. Es curioso como los Gobiernos invierten partidas presupuestarias en “fondos de reptiles” que pasan de todos los controles que deberían pasar y sólo para que los gobernantes se sientan informados. Pero, informados… ¿de qué? La impresión es que el gobierno tiene que tener una serie de hombres viviendo al margen del mundo real, cotilleando y descubriendo secretos para en algún momento, hundir a alguien; y para darle un aire de seriedad debida a esta vida, torturan y asesinan a escondidas y en el mayor de los secretos. Así es que al final un espía se vuelve alguien impersonal, que carece de secretos, para que en ningún momento nadie pueda averiguar algo de él. Porque él sabrá que su mujer le acaba de engañar porque ve a su amigo que se está colocando los zapatos desatados y que su compañero no va a visitar a sus tías los fines de semana como dice, sino que es homosexual y se queda con su amante... Y que esa es la información que le hace fuerte... Que saber cosas de los demás es lo que cuenta. Que alguna cosa se puede contar, porque da igual que se sepa, pero que un topo cuenta lo que no debe a quien no debe, entonces invalida los secretos que cada gobierno o agentes del gobierno poseen y por eso debe ser eliminado. Todo esto conlleva la soledad más extrema del agente. Hay que evitar toda aproximación, no vaya a ser fotografiado con alguien que el día de mañana esté en entredicho y por tanto sea él también sospechoso...
 

Oldman vuelve a estar genial, la película se sostiene con su trabajo....Ver a John Hurt es un placer; siempre que tenga un papel digno entre manos, y no una mierda como el de "Melancolía". Firth genial también. El guión es en mi opinión lo más discutible. Hay cosas que me perdí; como en casi todos los films de espionaje, por ejemplo, cuando se nombra a algunos personajes no sabía a quien se referían, si dices el nombre de alguien al principio, luego te refieres a él pasada una hora ya todo es normal...Eso sí, leí en la critica de Fotogramas que "la identidad del Topo es un secreto a voces", y eso no lo comparto. Yo no lo tenía nada claro, algunos críticos patinan sobre hielo blando. Pero la realización es muy buena, la fotografía, la música... Estos elementos junto a las interpretaciones hacen que se mantenga el interés. En resumen, una extraordinaria película, con un soberbio recital de actores. Las películas sobre espionaje, al igual que las novelas, acostumbran a optar entre dos caminos claramente diferenciados; uno se basa en la peripecia, la acción, en el espía invulnerable y arrollador, el otro camino, mucho menos transitado, se inclina por el análisis, la introspección, la rutina, y un espía antimodélico, alejado del estereotipo heroico, recordemos el Harry Palmer de "Ipcress" o el Alec Leamas de "El espía que surgió del frío", por casualidad otra criatura de Le Carré. En esta ocasión, Alfredson adapta una célebre novela y lo hace con gran fidelidad, por lo que el camino elegido no podía ser otro que el segundo. Por lo tanto, nos encontramos ante una narración compleja en la que el ambiente del espionaje se capta desde una óptica en la que la investigación para destapar al "topo" se asemeja más a una intriga corriente que a un relato de acción trepidante lleno de sorpresas y sobresaltos. Aunque esto pueda defraudar a algunos espectadores, esta forma de acercarse al género aporta una sensación de veracidad mucho mayor, mostrándonos una galería de personajes de carne y hueso, de los que suelen destacarse sus debilidades más que sus fortalezas...al fin y al cabo de eso trata el espionaje, de percatarse de las debilidades ajenas y proteger las propias.

 


Aunque algunos han escrito que esta película nos retrotrae a los thrillers de los setenta, y yo no estoy de acuerdo; el estilo visual y narrativo,  me parece mucho más contemporáneo, con constantes saltos temporales y alternancias entre el protagonismo de personajes y tramas. Visualmente llama la atención la fotografía de tonos apagados y la diferente duración de los planos en función de quién los protagoniza (cuando es Smiley son mucho más largos, reflexivos y pacientes, ilustrando así una característica fundamental del personaje). Quizás el único pero del filme sea que la profundidad de los personajes, tanto en su forma de ser como en sus motivaciones, no queda suficientemente reflejada, cosa que sí ocurría en la novela, pero es un mal disculpable, secundario ante los indudables méritos que atesora la película, que como bien sugieren ciertas secuencias, se asemeja a una partida de ajedrez por correspondencia, con Karla y Smiley como jugadores.


Después de un prólogo bastante prometedor vienen los títulos de crédito, acompañan a Gary Oldman mientras da un agradable paseo por Londres, no se cuánto dura, creo que como unos 45 minutos más o menos, se ve a un Gary Oldman más “oldman” que nunca, caminando… la cámara le sigue y luego…le sigue siguiendo… recorre una calle, cruza un paso de cebra, continúa… prosigue paseando por un puente la cámara se recrea en…su paseo, en su mirada melancólica, después entra en un portal, sube unas escaleras se ve como las sube una a una la cámara se jacta de cada escalón que sube, la música acompaña ese sinuoso caminar, llega a casa, se sienta en el sofá (en realizar esta acción tarda 10 minutos) y se queda mirando al vacío otros 10 minutos más, habrá algunos que digan que esto es poesía pura, una fiel representación de la tranquila vida del jubilado, una presentación genial del personaje en el que nos muestra su personalidad a través de un simple paseo. Después recuerdo un montón de conversaciones que me hicieron perderme, hablaban de un infiltrado, de la guerra fría, de movidas con los rusos… pero nada quedaba claro...¿no dice una ley esencial del cine que todo lo que se dice en lugar de ser mostrado se pierde para el público?, el caso de esta película en referencia a esto es bastante curioso, se muestra en imágenes la banalidad o se explaya en mostrar pequeñas ideas demasiado tiempo, para luego por el contrario contar el grueso de la trama en largas conversaciones que carecerán de interés y de sentido para alguien que no tenga plenos conocimientos del contexto social en que se basa. Quedará en mi recuerdo la maravillosa metáfora de la abeja que cuela en el coche con todos dando manotazos torpemente, tratando de espantarla hasta que el señor Gary Oldman mira a la abeja con solemnidad como un padre miraría a al hijo que le acaba de tirar el tiesto y baja la ventanilla pacientemente para que el bicho salga.


 


Por último un par de consejos. Si vas al cine a pasar un buen rato, desconectar de estudios y entretenerte, no vayas a ver films como este.... Si por el contrario en tus ratos libres resuelves cubos de rubik a dos manos y no eres de sueño fácil, date la oportunidad. He leído muchas críticas por su falta de claridad y la complicada trama de Tinker Taylor Soldier Spy la hacen mas que sobresaliente, donde solamente una élite de intelectuales pueden llegar a entenderla. Realmente, me hace gracia, pues no hay mas ciego que el que no quiere ver...Sí, es una película complicada, pero si tienes alguna motivación intelectual o un poco de amor propio no aguantarás no comprenderla, y te sentarás en tu sillón y la verás una segunda vez. Y será entonces cuando te quedes sin poder apartar los ojos de la pantalla. Porque cuando acabe el segundo visionado, estarás de acuerdo con los que la consideraban una obra maestra.

Este es mi consejo, el buen cine, el gran cine, se queda dentro de nosotros y su magia construye el resto..
 

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