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VACACIONES EN ROMA

 

 

 

 

 

Wyler corrió el riesgo de contratar como guionista a Dalton Trumbo, hombre marcado y perseguido por la Comisión de Actividades Antiamericanas del senador Joseph McCarthy. Inicialmente, y durante cuarenta años, se acreditó la película a Ian McLellan Hunter, a quien habían acreditado el guion para no despertar sospechas de la participación de Trumbo; y fue quien recibió el Premio Óscar al mejor argumento en su lugar. En 1993, se hizo una nueva estatuilla y se le entregó a Trumbo de forma póstuma, recibiéndolo su viuda. Cuando el filme fue lanzado en DVD en 2003, fue renombrado su crédito, y el 19 de diciembre de 2011, fue incorporado de forma completa por su trabajo. A su vez, el director Bernard Vorhaus, también parte de la "lista negra de Hollywood", trabajó como director asistente bajo un seudónimo. Wyler primero ofreció el papel a Cary Grant, pero este lo declinó, creyendo que era demasiado viejo para interpretar el interés de Hepburn (aunque ambos participarían juntos diez años más tarde en Charada). Otras fuentes dicen que Grant se negó porque sabía que toda la atención se centraría en el papel de la princesa. El contrato de Peck le dio la posibilidad de participar y figurar en los créditos como única estrella, con la Hepburn en un crédito mucho menos prominente. A mitad de la filmacion, Peck le sugirió a Wyler que la dejara al mismo nivel, un gesto casi inaudito en Hollywood, previendo el talento de la actriz. Para el papel de la princesa Anna, Wyler había considerado inicialmente a Elizabeth Taylor y Jean Simmons, pero ninguna estaba disponible. Wyler estuvo muy emocionado al encontrar a Hepburn, pero no la eligió hasta después de una prueba de cámara. Wyler no pudo quedarse y filmarla él mismo, pidiéndole al subdirector que le pidiera al camarógrafo y al técnico de sonido que continuaran grabando después de que el subdirector le dijera "cortar" para que la vieran relajada después de haber interpretado la prueba. Esto último hizo que ganara el papel, y parte de ella se incluyó más tarde en el tráiler original de la película. Roman Holiday no fue la primera actuación de Hepburn (apareció en películas inglesas desde 1948, y en el teatro, incluyendo el papel principal en una adaptación de Broadway de Gigi), pero fue su primer papel importante en el cine y su primera aparición en una película estadounidense. Wyler quería una actriz "anti-italiana", sobre Hepburn dijo:

 

-" Era perfecta, no tenía culo, ni pechos, ni ropas ajustadas, ni tacones altos.... Será la sensación.-"

 

Además, el filme contó con la aparición de las hijas de Wyler en una escena en que el personaje de Peck pide una cámara fotográfica a unas niñas de la ciudad; y con dos periodistas internacionales de los diarios españoles españoles ABC y La Vanguardia.

 

 

 

 

Roman Holiday supuso toda una innovación en el rodaje de exteriores. Wyler desechó la idea de rodar con escenarios artificiales para dar un protagonismo particular a la ciudad de Roma. Entre los principales lugares de filmación se cuentan la Piazza della Rotonda, el Panteón de Agripa, el Castillo Sant'Angelo y el río Tíber, la Fontana di Trevi, la Plaza Venezia, la Plaza de España, la Iglesia Trinità dei Monti, el Coliseo, la Bocca della Verità (donde Peck gasta una broma a Hepburn de haber perdido su mano, y que gustó tanto a Wyler que fue incluida en el filme), la Via Margutta (donde se ubicaba el apartamento de Joe), la Via dei Fori Imperiali, la Via della Stamperia, la galería del Palacio Colonna (escena final de despedida), y el Palazzo Brancaccio... Aunque se quiso originalmente filmarla en color, fue rodada en blanco y negro debido al alto costo de producir el film en Roma. La película obtuvo un estimado de $3 millones en la taquilla estadounidense durante su primer año de lanzamiento. Roman Holiday es una película de comedia romántica dirigida por William Wyler, y relata la historia de la princesa Anna, una noble europea de país no identificado, que intentando escapar a sus responsabilidades diplomáticas, pasa una noche y un día en la ciudad de Roma, luego de escapar a la supervisión del personal de protocolo. Se convertiría en el primer gran filme de Hepburn, y catapultaría su carrera cinematográfica.

 

 

 

La película fue propuesta como candidata a siete Premios de la Academia, obteniendo tres: mejor actriz para Hepburn, mejor diseño de vestuario para una película en blanco y negro a Edith Head y otro para Dalton Trumbo al mejor argumento. Originalmente, Trumbo no recibió créditos en el filme debido a que se encontraba en la "lista negra de Hollywood" por acusaciones de tener simpatía por el Partido Comunista de los Estados Unidos, y póstumamente se le restituiría en los créditos de la película y su Premio Óscar. Fue filmada en los estudios de Cinecittà y en los alrededores de Roma durante la llamada época de "Hollywood en el Tíber". La película se proyectó en el 14º Festival Internacional de Cine de Venecia dentro del programa oficial. En 1999, Roman Holiday fue seleccionada por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos para su conservación en el National Film Registry por ser "cultural, histórica o estéticamente significativa". Forma parte del AFI'sTop , como la cuarta mejor película en la categoría "Comedia romántica", e igualmente en el mismo lugar en el listado de las cien mejores historias de amor del cine. Esta película debería ser el modelo a seguir para todas las comedias románticas que se entrenan hoy y siempre. Hay que destacar sobretodo su honestidad, ya que mantiene siempre su línea realista pero siempre combinada con la magia que irradia en todo momento tanto la historia, como los personajes, como la propia ciudad de Roma (que, está usada de una forma mucho más inteligente de como lo hubiera hecho un autor convencional). Idílica, esta película te atrapa desde el primer minuto y no te suelta hasta el "The End". Maravillosa, y nunca mejor dicho. Es de esas películas que te dejan un recuerdo inolvidable. lleno de ternura, de ganas de vivir, de inmensos deseos de encontrarte alguna vez con un maravilloso reportero como Gregory Peck. Los que no la vieron, por favor, véanla para sentirse un poco más felices y para recordar que, detrás de toda la alegría del mundo, también puede sentirse un poco de esa tristeza que es imposible evitar. También - y dolorosamente - que hay que saber cumplir con el papel, con el deber, que nos ha impuesto la vida. ¿No es verdad que todos esperamos lo mismo al final? Que nos emocionamos cuando él le entregó el sobre con fotos? Que amamos a esa princesa que en un momento dado, hizo a un lado el protocolo y dijo:...."¡Roma!"....

 

 

Excelentísima película donde se unen tres talentos: Audrey Hepburn, Gregory Peck y William Wyler. y lamentable actuación la del fotógrafo que acompaña a Peck, uno de los peores secundarios de la historia del cine. Triste también que sólo obtuviera tres premios de la Academia, pero positivo el hecho de que fue una de las más nominadas en su momento y una de las que más en la historia del celuloide. La fotografía es muy buena y los exteriores inigualables: Roma, una ciudad maravillosa dónde en cualquier parte hay una obra de arte. Es divertido a su vez ver como era la ciudad a principios de los 50, igual que ahora, motos y gente por todas partes. Si van a Roma, miren antes el film, pues verán que donde se encuentran en aquel momento, allí estuvo también Audrey, Gregory y la Fontana de Trevi, la plaza de España, el Colisseo... Ciertamente: es romántica, pero también glamourosa. Esos primeros planos de Audrey, esos cortes del traje de Gregory, ese gran pasillo final, y sobre todo, la escena icono de la mano perdida. Es obvio entonces que Peck fue un actor incasillable, cuando puede ser tan romántico para llevar a una casi adolescente a domir a su casa, y a la vez quitarle la cámara a una colegiala, sin perder su rol de príncipe plebeyo. Y Audrey se hace de un principio y fin de su glamour y charm, con solo despertarse. Sin duda un clásico. William Wyler facturó esta cinta en un año donde surgieron grandes clásicos del cine como "De aquí a la eternidad" de Fred Zinnermann, "El salario del miedo" de Henri-Georges Clouzot, "Colorado Jim" de Anthony Mann, "Los caballeros las prefieren rubias" de Billy Wilder y otros títulos...Lo que hizo diferente esta película del resto es la extraordinaria puesta en escena y el glamour de una cinta narrada de manera brillante por un maestro como lo fué con "Ben Hur"...

 

Con una fotografía esplendorosa a cargo de Henri Alekan y Franz Planer y una excelente banda sonora, Wyler nos introduce en esta maravillosa historia para lucimiento y esplendor de la ciudad más cautivadora del mundo...""la ciudad eterna""", los recuerdos eternos, donde se entra en conflicto con una filosofía de vida más relajada (dolce vita o dolce far niente) en un tiempo atrapado......Ya dentro de Roma, y abordo de una vespa, vamos conociendo los innumerables y apoteósicos encantos de esta maravilla de ciudad, cuyo simple visionado lo merece......El colisseo, la plaza del Vaticano, la fontana de Trevi, la plaza de España, la plaza del Pueblo, la plaza del panteón en el campo de Marte..., las paredes que conceden un deseo, la famosa boca de la verdad (donde Hepburn actuó de manera natural profiriendo aquel grito de susto, ante la broma que Peck haciendo realidad que alguien le mordió...), o aquel maravilloso baile a orillas del Tíber debajo del puente de Sant´Angelo y frente al castillo del mismo nombre, antiguo bastión defensivo del Vaticano de los alrededores....Aunque rimbombante como así requiere la historia, la película es uno de los espectáculos cinematográficos más simples, sorprendentes, espectaculares y entretenidos que uno tenga la oportunidad de ver en la gran pantalla, y...mejor en versión original...De todas las películas que podría elegir, tengo que elegir esta; no es mi película favorita, ni la considero la mejor...Pero tiene que ser esta. No me entusiasman la mayoría de comedias románticas; de hecho, rechazo las historias que cuentan. Pero es que esta película no cuenta una historia, sino un cuento de hadas. Wyler parte de una explícita crítica a la alta aristocracia, para luego contarnos la Cenicienta, pero a la inversa, lo cual le otorga si cabe un mayor encanto. Un cuento, solo un cuento, pero maravilloso.

 

 

 

 

Esta vez los personajes sí enganchan; ¿No va a enganchar la belleza que ha dado la naturaleza a Audrey Hepburn?... Peck cumple con su parte y enseguida se identifica uno y desea ser él, el que vive la historia. Estaba deseando ser el afortunado periodista que se encuentra, de sopetón, con Audrey, una princesa atacada por un brote de rebeldía, que abandona la opresiva atmósfera de su ambiente, para descubrir el mundo real, y las emociones que lo convierten en tal, sobre todo el amor. Un affair desarrollado con soltura, sin los saltos bruscos que a veces podría achacarse a las comedias románticas antiguas, que va in crescendo a lo largo de toda la película, durante el cual se aprovecha para desvelar los encantos de la ciudad romana, haciendo uso de una fotografía fantástica, y dejando además por el camino una serie de situaciones que hacen esbozar sin quererlo una bonita sonrisa a cualquiera. Del final, solo diré que es lo que la convierte en una de las grandes, de las inmortales; cualquier otro, como Casablanca, habría dado al traste con la película. El final de esta película me hizo estar pensando en ella un par de días sin quitármela de la cabeza. Ese si que lo contaría tal vez entre los 10 mejores finales de la historia del cine. Véanla, y les aseguro que se divertirán, sonreirán, y casi con toda seguridad, no podrán evitar llorar. Audrey, preciosa, ha sido la estrella más hipnótica de todos los tiempos. Ojala tuviera ahora 23 años... El final, como digo, es sensacional; pero tengo que reconocer que es lo peor que me he visto y un enorme dolor en el costado izquierdo  Ese travelling, con Peck caminando de espaldas al pasillo, dirigiéndose a la resignación, es el momento que mayor angustia he pasado en mas de mil películas. Peck camina, dando la espalda a la puerta por la que la reina Ana acaba de salir, avanzando por un pasillo desierto, custodiado por guardias protocolarios, y mientras, el espectador no puede dejar de desear, de anhelar, que Ana regrese, corriendo, rompiendo las reglas de su vida, haciendo caso de su corazón, y no de su cabeza, a los brazos de Peck. Al final del pasillo, una última mirada de Peck, acompañando con la vista al espectador.

 

 

No necesito guías turísticos para la ciudad eterna. Las tres veces que he visitado esta irrepetible ciudad he seguido los pasos de Audrey Hepburn, Gregory Peck y Eddie Albert y he comprendido perfectamente en qué consiste la magia del cine en su máximo esplendor. Sólo me ha quedado descubrir cómo se entraba al apartamento de Joe desde esa escondida Via Margutta, muy cerca de la Piazza del Popolo...Sí, ya sé que todo es un truco. Sí, ya sé que sólo es una historia de amor. Pero yo me he enamorado de Roma. Gracias, Billy. Gracias, Audrey. Gracias, Gregory. Y gracias, Eddie.

 

 

Vacaciones en Roma contiene una selección de las escenas más memorables del cine romántico y cómico:

 

- El cambio de la moldura del megacuarto de palacio por el calentador del apartamento de Peck.

- La excusa enrevesada de Gregory Peck a su jefe por haberse quedado dormido.

- La escena del cambio de la princesa dormida de la cama de Peck al diván.

- Los comentarios del casero de Peck. Intervenciones breves, pero divertidas.

- Gregory Peck en la boca de la verdad

- El periodista con una sandía le intenta coger la cámara a un infante.

- Eddie Albert practicando la pesca en su casa de una manera peculiar

- El peluquero repeinando a Audrey en pleno baile.

- La despedida desgarradora de la princesa y el periodista. Destacar que a la primera no le hizo nunca falta confesarse, uno de los aciertos del filme.

- El desfile de los periodistas y la lealtad de Peck y Albert con Audrey.

 

 

 

Magnífica película sin duda, de las que ya por desgracia no quedan... Aunque me recordó un poco la historia de "Notting Hill", no tiene ni punto de comparación, esta historia no puede ser versionada y ni siquiera hacer el intento, porque a mi parecer es imposible hacerle sombra a este par de actores. Leí antes la crítica de otra persona que decía que había visto "Vacaciones en Roma" varias veces y que siempre se quedaba escuchando los últimos pasos que sonaban , yo hice lo mismo. Bonito sabor de boca el que se le queda a una después de ver joyas cinematográficas como la aquí presente. Esta película representa el buen gusto y la inteligencia a la hora de hacer cine. Jamás se ha narrado el arquetipo del cuento de hadas, en una versión para adultos, de forma más original y elegante, sin perder el dominio del estilo y la técnica cinematográficos. El humor, la ternura, la alegría y el dolor están tan bien dosificados y bien plasmados que difícilmente se podría encontrar un ejemplo equivalente. Con unas interpretaciones, una dirección de actores y una fotografía modélicas, William Wyler nos regala una de las más bellas y serenamente desgarradas historias de amor que nos ha mostrado la pantalla grande en toda su historia. Audrey Hepburn nunca ha estado más hermosa ni más adorable que en esta película... y cualquier hombre que presuma de tener corazón y sangre en sus venas daría lo que fuese -sin pensárselo un instante- por meterse en la piel del personaje que interpreta -magistralmente- Gregory Peck. Una casi primeriza Audrey Hepburn logra aquí uno de los mejores papeles como protagonista de toda su carrera ( gano el oscar ), y la película ha dejado un par de escenas míticas para la historia del cine como en la que Peck mete la mano en "La boca de la verdad" o en la que se ve a los dos protagonistas es Vespa recorriendo las calles de Roma. Si Hepburn esta espléndida en esta película no lo esta menos su partenaire masculino Gregory Peck, pese a que en un principio William Wyler pensó para el papel protagonista en Cary Grant, Peck lo recordaría años mas tarde en una entrevista " me dijeron que si me interesaba el papel protagonista de vacaciones en Roma papel que había rechazado Cary Grant y yo lo acepte, en los años siguientes cada vez que me ofrecían un papel pensaba: Lo habrá rechazado Cary Grant?". Seguramente Grant al rechazar el papel de vacaciones en Roma nos privó de la que podría haber sido una de sus mejores interpretaciones en el cine, pero dejó para la posteridad una grandiosa interpretación de otro actor de un Hollywood ya desaparecido y que era Gregory Peck. 

 

 

Cierta vez, en Hollywood, existió un ángel llamado, Audrey Hepburn, y la vimos complacidos y fascinados en un puñado de películas, algunas de ellas inolvidables: “Sabrina”, “Love in the Afternoon”, “The Unforgiven", “Children's Hour”, “My Fair Lady”… y, cómo no, la celebrada, <<VACACIONES EN ROMA>>, con la que se hizo conocer en, La Meca del Cine, al tiempo que en el corazón de millones de espectadores. Audrey, brilla con su enorme dulzura en cada vivencia que experimenta como un ave escapada de su jaula. Su presencia resulta magnética, absorbente, adorable. Pocas veces en escena, hemos visto a un personaje tan sensible y tan bello como el que ella nos brinda en cada secuencia y en cada plano en que aparece... y, entre tanto, de los reinos queda reflejado su vacío. El filme tiene humor (excelente la secuencia entre Joe y su amigo, cuando éste está a punto de delatarlo), tiene belleza visual en su recorrido por la antigua roma, y desborda un romanticismo excelso que nos devuelve a los años mozos, y el cual alcanza el cenit en la escena en que cada uno se muestra como realmente es....Una película llena de magia, con una actriz de la que uno queda irremisiblemente prendado.

Como un pequeño, pero sentido homenaje, quiero plasmar unas palabras de la misma, Audrey Hepburn:

 

“Para tener unos labios atractivos, di siempre palabras amables. Para tener unos ojos adorables, mira siempre las cosas buenas de la gente. Para tener una figura esbelta comparte tu comida con los que tienen hambre… La belleza de una mujer tiene que ser vista en sus ojos, porque estos son la puerta de su alma, el lugar donde habita el amor”.

 

Un grandísimo director, un entorno inmejorable, una buena película. Pero ese plus diferencial que hace que este film entre en la categoría de obras imprescindibles, de obras que se guardan en cajas acorazadas para que nos conozcan los habitantes futuros de este planeta, si es que queda alguno, eso se lo confiere una actriz que no es la más bella ni la de mejor figura, ni tampoco la mejor actriz de la historia de este arte, pero que, sin ninguna duda, es la actriz más encantadora de todas cuantos se asomaron a pantalla alguna, grande o chica. Una actriz maravillosa a la que la fotografía hace justicia pero cuyo encanto trasciende todos los revelados hasta enamorarnos con ese rostro de buena chica, de princesa de un cuento donde el príncipe no es solo Gregory Peck sino todos nosotros. Estoy hablando de Audrey Hepburn.

 

 

 

Ser un buen fotógrafo en Roma es algo tan natural como ser flautista en Hamelin. Y si encima el objetivo recrea la sonrisa, la lágrima o cualquiera de los gestos de un hada cinematográfica como Audrey Hepburn, sería una pecado fracasar en el intento. Pero la fotografía no lo es todo. El flequillo, la ingenuidad, el pijama, los ojos, la risa, la moto, las escaleras de la Plaza España. Todo genial. Y ella en el centro. Lógicamente, lo que nos propone Wyler en este film sabemos que es algo prácticamente imposible, sin embargo, y a pesar de todas las reservas, acabamos cautivados con el excelente tratamiento que le da a la historia, con unas pinceladas de alta comedia, centrada únicamente en la pareja protagonista, cuya química funciona a la perfección, ella destilando elegancia, inocencia y “glamour” por cada uno de los poros de su piel, y él de improvisado “Cicerone”, que acaba sucumbiendo al encanto natural de la princesa. En este sentido, Wyler acierta, no imponiéndonos una historia de amor que, ambientada en un escenario real y con personajes supuestamente reales (aunque nunca llegamos a saber la verdadera nacionalidad de la princesa), resulta imposible, sino más bien, lo que nos cuenta Wyler es mucho más mundano y por ello, real: el enamoramiento de dos personas, un hombre y una mujer. Esto es lo que queda, en esencia del film, dos personas, recorriendo Roma en plan turistas, y de cómo se acaban atrayendo mutuamente. Además, el realizador adereza la historia con diversos pasajes de corte cómico, pero contenido, con excelentes escenas planificadas para arrancarnos una sonrisa. De alguna forma, Wyler consigue que Roma, la ciudad eterna, sea un escenario ideal  para reducir a ambos personajes a la mínima expresión, despojados de sus atributos iniciales: ella deja de ser una princesa, y él un periodista norteamericano “exiliado” en Roma, para convertirse únicamente en dos personas que, por un breve momento disfrutan de la mutua compañía y del “tour turísitico”, en una especia de versión de la “Cenicienta” al revés (no es una mujer anónima que por una noche se convierte en princesa, sino más bien una princesa que por un día se convierte en una mujer anónima).

 

 

Por un día todo es posible, pero cuando éste acaba, todo debe volver a su sitio. Si la magia del cine es transportarnos a otros mundos o lugares, Wyler consigue traspasar ampliamente estas expectativas, llevándonos a una Roma “real” y convirtiendo a sus dos protagonistas en dos personas reales, que viven un día inolvidable en la capital italiana e inolvidable para nosotros sobretodo.

 

 

 

William Wyler sabe sacarle partido al magnífico guión… La precariedad económica y laboral del periodista americano, acostumbrado a sobrevivir, con sus malas artes, entre los paparazi de Roma, es puesta en jaque por la inocencia del príncipe feliz de Oscar Wilde, antes de morir, y, convertirse en estatua. Cierto, que, la extraordinaria belleza de Audrey Hepburn, ilumina de tal modo la pantalla, que, el cuento de Trumbo, sigue estando como un hilo de oro en todo el metraje de la película. Pero, también, está, a lo largo de la misma, el doble juego de Joe, un extraordinario Gregory Peck, que, de forma incomprensible, deja pasar la oportunidad, en el último momento… ¿o, renuncia a ella, para seguir siendo lo que siempre ha sido: un paparazi que necesita vivir, en la cuerda floja, para no ser completamente infeliz?... En la puesta en escena de Wyler, hay múltiples lecturas simultaneas de la historia, y, de la psicología de Ana y Joe, que, no se resuelven, ni en el final, aparentemente, realista y conclusivo. La joven princesa ha aprendido la lección y vuelve a sus tareas, aceptando dejar de ser ella misma, para ser lo que el protocolo, que representa, necesita que sea: una diosa, de cartón piedra, entre monstruos. Y todo ello.¡Qué equivocados estamos, todos, con este género cinematográfico! Como una golosina que esconde veneno, pero que la disfrutamos como si fuera una delicia.

 

VACACIONES EN ROMA...

 

 ¿Buena...? No… ¡Colosal!

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