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LA VIDA ES BELLA

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando me dispongo a escribir sobre una película tan emotiva como es LA VIDA ES BELLA, todo se difumina a mi alrededor....mi mundo personal cambia de color y se asoma tímidamente el cinéfilo que soy.

 

 

PREMIOS OBTENIDOS:

 

 

Oscar al Mejor actor

Oscar película habla no inglesa

Oscar Banda sonora

Festival de Cannes: Gran Premio Especial del Jurado.

Premios BAFTA: Mejor actor

Premios Cesar: Mejor película extranjera

Premios David di Donatello: 8 premios, incluyendo mejor película. 12 nominaciones

Premios Goya: Mejor película europea

National Board of Review: Premio especial a Roberto Benigni

Festival de Toronto: Premio del Público a Mejor película y a Roberto Benigni

Festival de Montreal: Premio del Público

Critics' Choice Awards: Mejor película de habla no inglesa.

 

 

 

Es como una fábula y como en todas las fábulas está llena de dolor, de maravillas y felicidad. Así empieza una de las películas, a mi juicio, más bellas que ha dado el cine. Y es que en realidad no se trata de un film cualquiera, es sencillamente magia, quizá por eso es tan diferente a las demás, porque no es una película al uso, es una hermosa sinfonía que nos ha regalado Roberto Benigni. En los Estados Unidos muchos la criticaron porque era una comedia ambientada en la brutalidad de la II Guerra Mundial y concretamente en los campos de concentración, pero no se dieron cuenta de que en realidad Benigni nos cuenta dos historias distintas pero con unos mismos personajes. La primera la sitúa años antes de la guerra y es simplemente una comedia romántica donde vemos como Guido hace mil peripecias para conquistar el corazón de su princesa. La segunda parte de la fábula es donde entra el juego la crueldad de la guerra, y ahora en lugar de reír lloramos, y lo hacemos no por ver hasta que punto llega la maldad de los nazis, lloramos por ver hasta que punto llega el amor de un padre por su hijo, nos emocionamos cuando Guido hace sus mil peripecias por proteger a Josué. Así, sin escenas violentas, Benigni nos adentra en su cuento con la ayuda de la magnífica Banda Sonora de Nicola Piovani y con una fotografía que crea perfectamente la atmósfera de miedo e ilusión que se convierte en el fondo ésta bellísima historia de amor. Pero Benigni no sólo escribe y dirige magistralmente su obra maestra, sino que su actuación es digna del Oscar. Benigni lleva a Guido a su terreno y lo convierte en un personaje tan entrañable y bonachón, que es imposible no sentir debilidad por él, al ver lo que es capaz de hacer por salvar a los suyos, además ese aire tan chaplinesco que rodea no sólo la forma de actuar del personaje sino a toda la película, hace aun más inolvidable a esta vida bella, porque como en un cuento.... !!la vida es bella!!... Cada escena desprende emoción, esos momentos en la primera parte donde Guido hace lo imposible por conquistar a Dora son fabulosos, como también lo son los de la segunda parte, como por ejemplo cuando a través de la radio saluda a su amada con la célebre frase "buenos días princesa", esas tres palabras que siempre irán ligadas a esta excelente película. Pero si me tengo que quedar con una escena esa sería cuando Guido va camino del lugar donde lo van a fusilar y pasa por donde su hijo está escondido deleitándonos con la última sonrisa, luego en la penumbra del callejón un mudo disparo intenta poner fin al cuento, pero las películas no se acaban hasta que lo dice el director y Benigni nos quiso endulzar su final con ese momento del tanque en el que Josué cree tener su regalo y sobre todo con ese reencuentro entre madre e hijo, porque a pesar de todas las adversidades: !!la vida es bella!!.

 

A la hora de contar una historia en la gran pantalla, la comedia cinematográfica no puede prescindir de los requerimientos de verosimilitud que han de regir cualquier ficción. Claro que el género tiene sus propias exigencias, muchas veces surgidas de la interpretación obligadamente enfática de los actores, o de la sucesión de ese elemento que es el que da al género ritmo, hecho de sucesivas sorpresas visuales, que funcionan como diminutos relatos intermitentes. Y, naturalmente, cada película establece además sus leyes, para asegurarse la complicidad del espectador. Pero hay unos requisitos que no pueden ser incumplidos sin que el conjunto se resienta, incluso cuando el punto sobre el que gravita el peso principal de la comedia es la actuación de un actor que compone un tipo característico. Los grandes actores creadores de comedias cinematográficas como Charles Chaplin, Buster Keaton y Jacques Tati y Woody Allen en sus mejores filmes, por citar algunos ejemplos concretos, han estado, sin abandonar sus peculiaridades cómicas, al servicio de la historia que pretendían relatar. Otros cómicos, como Abbott y Costello, Fernandel, Louis de Funes, han puesto las historias a su propio servicio, convirtiendo cada película en un recital de su vis cómica, basada sobre todo en la extravagante gesticulación y en una incansable verborrea. Roberto Benigni parece pertenecer más a la segunda estirpe que a la primera. La vida es bella está claramente dividida en dos partes, cada una de la misma duración, una hora. Una voz en primera persona, la voz del hijo que logró sobrevivir en circunstancias terribles gracias al tesón y al ingenio de su padre, sirve de introducción y de epílogo al filme. La primera parte, en que el hijo aún no había nacido, relata la llegada del padre a Arezzo en pleno fascismo, cómo conoce a la que luego será su esposa, sus esfuerzos por montar una librería, y su trabajo de camarero en un hotel, bajo la tutela de un viejo tío, empleado en el mismo. Esa voz en off ya nos ha dicho que va a contar una fábula, en el sentido de que el artificio narrativo va a disimular la verdad, y es natural que la primera parte, de la que el narrador no ha sido testigo directo, se nos presente desde una perspectiva irreal, idealizada. Sin embargo, el personaje del futuro padre, Guido, compuesto por Benigni con esa tendencia al exceso gestual y verbal que son su marca, a través de escenas centradas en su lucimiento y que tienden a lo grotesco. Además, los momentos cómicos están preparados trabajosamente: unos huevos que el protagonista guarda en los bolsillos se mantienen incólumes hasta romperse en la cabeza del funcionario fascista; una tal María, que cada día arroja desde la ventana de su piso una llave ante una demanda conocida, actuará de la misma forma cuando Guido invoque a la Virgen pidiéndole una prueba en forma de llave; el obsesivo empeño de Guido en cambiar su sombrero por el del jefe de su amigo será el precedente para que, en determinado momento, al recuperar en la calle el propietario su sombrero, se cumpla también un aparente milagro. Aunque Benigni pretende componer un tipo que, dentro del juego cómico que establece su actuación, estaría cargado de humanidad, también consigue acumular escenas en que él se convierte en el centro de la acción, algunas geniales, como la suplantación del inspector de enseñanza. Pero por fin el voluntarioso camarero conquista a la maestra, que se iba a casar con el funcionario fascista, consigue instalar su negocio de librería, y ambos tienen un hijo, llamado Josué. Que la boda fue un escándalo y supuso sin duda la ruptura familiar lo adivinamos por una visita furtiva de la abuela materna al niño, pero esa visita sería del todo superflua y nos permitimos disfrutar en ella...como la breve interpretación de la actriz española Marisa Paredes.

La segunda parte de la película se desarrolla en el campo de exterminio nazi al que, como judíos, han sido conducidos Guido, su tío y su hijo, y al que les acompaña voluntariamente su mujer. Para prevenir el sufrimiento del hijo, Guido le hace creer desde el primer momento que se trata de un viaje de placer, y luego de un juego en que hay que esforzarse por ganar el premio, precisamente un carro de combate que, en el estilo de gags preterintencionales de la primera parte, justificará la posterior imagen del carro de combate aliado que entra en el campo. La idea de transformar el horror cotidiano en un juego mediante el esfuerzo de la imaginación es feliz, y en esta segunda parte, Benigni está más comedido, aunque alguna escena, como su intervención con los altavoces del campo, fué un puro capricho de Roberto. Secuencia del mismo estilo como el momento en que descubrimos que el interés que muestra por Guido el doctor de las SS que le había conocido en el hotel, cuando era camarero, no tiene otra finalidad que descifrar una adivinanza, y que bajo mi punto de vista, propicia uno de los mejores momentos de la película. Como el juego de Guido con su hijo resulta demasiado privado, en un espacio angustioso y fatalmente colectivo. Claro que los campos de exterminio, y las imágenes de la barbarie nazi, están marcados dentro de nosotros con el sello indeleble de la mayor atrocidad de nuestro siglo. Late sin duda en la decepción de nuestra conciencia civilizada una congoja de la que Benigni se vale para estimular nuestros sentimientos y nuestra simpatía hacia su comedia. Y a su favor no sólo está lo que todos conocemos con espanto, sino una puesta en escena que cuenta con extraordinarios decorados y una interpretación general de gran altura. La mirada del niño que hace de Josué, la secuencia de las escaleras bajo la lluvia, de gran belleza, el amor desmedido de un padre, la ternura de esa madre, todo ello nos lleva al padre imaginativo salvando a su hijo, que, por cierto, será el único niño superviviente. Benigni explora un territorio candente, y ahí está su valor, al menos desde el punto de vista del extraordinario éxito que tuvo y sigue teniendo la película.

 

La vida es bella, es el más hermoso canto a la vida y al optimismo, que haya hecho la industria del cine. Roberto Benigni logra crear una película, donde los momentos de comedia y de drama, se suceden con una gran inteligencia y sobre todo, con una maestría fuera de toda duda. La historia es desenfadada, tierna, pero al mismo tiempo posee una gran profundidad y desde una óptica positiva, el italiano recrea lo que significó el holocausto nazi. Todo ello, impregnado con su peculiar estilo y su manera tan personal, de entender el cine y los aspectos de la vida. Hay escenas geniales, planos bellísimos, momentos en los que aparecerán sonrisas y otros, donde incluso se escapará alguna lágrima. Además, la banda sonora es magnífica y las interpretaciones de los actores, increíbles. Todo es maravilloso en "La vida es bella" y se trata de una película, que con el paso del tiempo adquirirá el carácter de clásico y que no dejará indiferente a nadie. Así que pocas veces, tantos premios fueron tan merecidos en una obra, donde por encima de todo reina el amor y eso, cuando se está rodeado de tanta barbarie, tiene sin duda mucho mérito. Faltan palabras para describir esta maravilla. Roberto Benigni me ha demostrado ser uno de los mejores directores de cine de todos los tiempos. Con ésta, su ópera prima, ha roto todos los moldes de calidad y de BELLEZA en el cine. Si existe la película perfecta, tal vez ésta sea la que más se aproxime, porque jamás he visto una historia tan maravillosa, ni tan bien ideada, ni tan sorprendente, ni tan entrañable, ni tan mágica... Y así podría seguir hasta el infinito. La manera en que la fantasía y la magia impregnan la vida cotidiana, primero en un pueblo de la Toscana, y después en un campo de concentración nazi; la manera en que un hombre dotado de una desbordante imaginación consigue llenar su vida y la de sus seres amados de pura felicidad, amor, esperanza; la asombrosa manera en que logra proteger a su familia de la terrible amenaza que se cierne sobre ellos. Esta es una película que nos habla de que la esperanza y la imaginación son el camino para remontar desdichas. Nos anima a no perder la sonrisa, a apurar la vida al máximo, a AMAR sin restricciones, a recurrir a la magia de un gesto o un detalle que sirva para hacer feliz a alguien. Es un canto a la superación, a la capacidad de resistir el miedo con la mejor cara para dar fuerzas y esperanzas a nuestros seres cuando están en peligro. Y también una oda a la paz, haciéndonos ver, con su tierna ingenuidad, el absurdo de las guerras y de los odios y de las ideologías que atentan contra la integridad humana.

 

Se nos muestra que los milagros se pueden hacer realidad si tenemos la fe suficiente, si el amor es lo bastante fuerte. 

 

 

Todo se desarrolla con una naturalidad apabullante tocada por lo milagroso; es algo así como un realismo mágico tan bien desplegado y tan magistralmente desarrollado, con el humor y el dramatismo tan perfectamente dosificados y complementados, que una se lleva toda la película con la boca abierta y con las risas mezcladas con el llanto. Imprescindible. Absolutamente bella. Un hermosísimo cuento agridulce ambientado en tiempos de guerra. Me quedo con la escena en la que llegan al campo de concentración y Guido se pone a "traducir" lo que dice el oficial alemán. Estaba riéndome, recuerdo este momento con ternura, porque también lloraba al mismo tiempo!...Excepcional.

 

LA VIDA ES BELLA... es excitación, espasmos, alegría, gozo, felicidad, satisfacción, entretenimiento, regocijo, pena, tristeza, llantos, lágrimas. Las comparaciones y adjetivos anteriormente mencionados hacen hincapié a las sensaciones que experimenté mientras visionaba el film y también por su calidad cinematográfica. Aún así, ni escribiendo todos los adjetivos de nuestra lengua, ni dedicando todas las horas que tiene el día a intentar describir lo que sentí, podría ni siquiera acercarme a explicaros todo lo que pasó por mi mente mientras por mi retina se filtraban las imágenes del film y por mis oídos llegaba su magistral banda sonora. Y yo me pregunto: ¿Qué hubiera pasado si el principio del film hubiera sido tan magnífico como la segunda parte de la película? No os quepa duda, a nadie, que esta película hubiera sido con diferencia el mejor film de la historia del cine. Sólo deseo que el paso inexorable del tiempo debilite mi memoria para poder volver a ver, semejante obra de arte. Mientras tanto, seguiré viendo mucho, cine, escribiendo artículos sobre otras obras maestras, que es como volver a ver un film que me haga experimentar sensaciones. Y sé que los hay. ¿Por qué?, Porqué el cine es bello como la vida misma. Roberto Benigni maravilló al mundo con su cuento de hadas. Sólo a un genio se le podía ocurrir una historia tan excepcional. Imaginar si quiera que algo tan horrendo como un campo de concentración puede ser un inmenso parque de atracciones sólo está al alcance de una mente privilegiada. Una obra tan elevada que si en vez de ser una película fuera una novela, probablemente sería una de las obras cumbres de la literatura italiana. Una película que bebe de las fuentes de la “Commedia dell’arte” clásica. En la que continuamente se pasa del drama a la comedia y viceversa. Donde la Vida, las ansias de vivir, palpitan en cada uno de sus fotogramas y luchan por sobreponerse a la Muerte. Donde un vitalismo exacerbado lo impregna todo. En la que el Amor libra una batalla a muerte contra el Odio. Donde la fantasía vuela libre y delicadamente como una mariposa mecida por el viento. Benigni nos muestra la lucha de un padre ante una de las situaciones más dramáticas y horrendas que se pueda imaginar. Un Don Quijote que lucha, esta vez sí, contra unos gigantes invencibles y consciente de su inevitable derrota la asume con dignidad pues es su trágico destino. Caerte, levantarte, volverte a caer y volverte a levantar. Luchar con el arma más refinada que existe, la sonrisa, y regalarla siempre a todos, luchar de nuevo, subsistir. Avanzar siempre, hacer el bien, ayudar al prójimo, respetarlo aunque merezca ser odiado. Reír, reír y reír. Llorar, no tener miedo a llorar y a expresar nuestros sentimientos más humanos. Perdonar y seguir avanzando, amar, ser generoso y amar a nuestros semejantes. Ser feliz o, al menos, intentarlo. Ser honrado y no perder nunca ni la honestidad, ni la bondad. Sobreponerte, no darte nunca por vencido porque mañana, al fin y al cabo, será otro día y volverá a brillar el sol. Aceptar nuestro destino con alegría, sea el que sea. Avanzar y amar, y así cuando llegue nuestra hora gritar con la cabeza bien alta y decir: !!yo sí he vivido!!.

Y así surgió este film fantástico, una fábula en la que no hay nada de neorrealismo. Y en la que tampoco es necesario buscarlo. Porque mucho más que los detalles de la locura del nazismo, lo que nos interesaba contar en La vida es bella era el drama emocional que vive una familia dividida traumáticamente en dos. Además, ¿quién dijo que esos horrores son sólo del nazismo? El verdadero problema es que estos horrores pueden repetirse siempre. Se repitieron, por ejemplo, en Bosnia. ¿Quién nos asegura que no van a repetirse otra vez si no estamos atentos, si no nos enfrentamos a esta locura riéndonos, con una sonrisa liberadora? Las cosas que se sacralizan se convierten en peligrosas. Mejor reírse de ellas antes. En este film los horrores no se ven porque el horror, cuanto más se lo imagina, peor es. Como enseña Edgar Allan Poe: jamás hay que espiar el horror desde el ojo de una cerradura. Bastan algunos detalles en el aire para que la gente sienta que hay un ahorcado. Como en aquellos cuentos que nos daban miedo cuando éramos niños. Por todo esto La vida es bella no es un film estrictamente sobre el fascismo o el nazismo y su caída. Es la experiencia humana de Guido, de Dora y de su hijo, Josué. Eso es lo que se ve: una familia despedazada que intenta desesperadamente sobrevivir en medio del exterminio; el contraste entre sus ganas de ser felices a cualquier precio y la monstruosidad que los rodea. Y eso es lo que no se ve: las monstruosidades. El campo de concentración tampoco es particularmente identificable con uno de los muchos y verdaderos campos que existieron, pero corresponde a nuestro imaginario, al horror que todos llevamos dentro. La violencia está, los muertos están y también están las cámaras de gas, pero quedan al margen de la escena. En el aire. Mientras en la pantalla hay un padre con su hijo. Quién sabe si un poco de la mirada de Josué logrará penetrar en el espectador. Quizá penetren algunas de esas cosas que, a fuerza de no nombrarlas, a veces aparecen. O quizá los campos de concentración y el horror del exterminio de los judíos, a través de este juego de irrealidad, vuelvan a asombrar, a parecer, justamente, imposibles. Pero sobre todo, el film es un himno a todos nosotros, que estamos condenados a amar la vida, a la fuerza: porque la vida es bella. Yo que siempre escribo sobre películas que me marcaron, no podré olvidar LA VIDA ES BELLA., seguramente cuando pasen los años se irá recordando más y más hasta llegar a ser un clásico de todos los tiempos. Tiene ese algo que la hace diferente del resto, esa magia que hace que te quedes sin saber qué hacer después de ver semejante obra maestra.

 

 

Roberto Benigni ha sabido como llegar al público, entrar en lo mas profundo de cada uno, sacar una lágrima y una sonrisa por partes iguales, hacer ver que la vida es bella, que aunque te encuentres en la peor de las situaciones, siempre habrá alguien por lo que luchar.

 

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